lunes, 21 de enero de 2008

RETRATOS A LA INVERSA. OCULTOS EN LA FUNDACIÓN CANAL

Madrid, 26 de septiembre de 2007


¡Por fin! Ya era hora de que alguien le dedicase una verdadera exposición a esa parte del cuerpo humano tan frecuentemente denostada, así como adorada en otras muchas ocasiones. Miramos de frente, nuestra mirada suele ser altiva, a los ojos, directamente al alma de las personas, su rostro. Nos jactamos de conocer fisonómicamente a las personas, vemos sus rasgos, sus gestos, y ya pensamos que las conocemos. Y puede que sea cierto, tal vez seamos capaces de saber mucho de una persona solo con ver su rostro, pero si solo consideramos esta vana figura, seguro nos perderemos miles de experiencias y conocimientos que esa persona tiene que ofrecernos; es lo oculto. Y lo oculto solo puede estar en un sitio, ese lugar al que nunca miraríamos: el dorso. Bueno, nunca miraríamos pero siempre lanzamos una mirada furtiva, prohibida, morbosa, a ese dorso humano, la vereda de la puerta de atrás. Allí, donde los secretos más siniestros se desvanecen, donde la espalda pierde su soberano nombre para convertirse en el objeto de la exposición de la Fundación Canal: el culo.

Como casi todo en esta vida, ésto es algo que nuestros antiguos ya conocían y valoraban. Altas instancias de la corte española del siglo XVI, la más alta concretamente, el rey Felipe II, pidió al gran pintor veneciano, Tiziano Vecellio, que le pintase unas poesías. Cualquier despistado pensaría que el veneciano fuera a pintar bellas mujeres en actitudes mitológicas, alegorías de las musas o conceptos más lejanos, y no andaría muy descaminado, pero así de entrada, a casi nadie se le pasaría por la cabeza que lo que quería el gran Felipe II, abanderado de la contrarreforma, defensor del Cristianismo aquí, allí y donde recibiese afrenta, era precisamente cuadros de culos. Dicho así puede que suene mal, pero es cierto. El objetivo principal de Tiziano, y entendemos que instigado por su mecenas, era el de representar la figura femenina desnuda desde todos sus ángulos, por lo que fue haciendo parejas de cuadros en los que se aludía al tema mitológico (como excusa) para ir desnudando a la mujer, ora por delante, ora por detrás, ora de costado. El resultado fue uno de los conjuntos más maravillosos que recuerda la historia universal de la pintura, y varios de estos cuadros se pueden visitar un día cualquiera en el Museo del Prado. Pero curiosamente, el que más escándalo causó fue el que se refería a la fábula virgiliana de Venus y Adonis, donde el apuesto joven intenta zafarse de los cariños de la diosa por haber sido reclamado para la caza. Venus, sabedora de que es su esposo Vulcano el que le ha tendido una trampa, intenta retenerle con las garras del amor, mientras los perros tiran del joven para guiarla a su fin. Todo esto es muy bonito, pero a casi nadie le importó. Lo que realmente causó impresión fue la forma con que la diosa mostraba sus posaderas al aristócrata espectador. Hay que entender que los cánones de belleza eran muy distintos a los de hoy, pero este cuadro fue en su momento un verdadero canto al erotismo por, precisamente, mostrar de un modo tan explícito el trasero de la bella diosa.

También conviene recordar que, más allá de las intenciones del monarca, Tiziano aludía con esta serie de las poesías al debate que llevaba décadas instalado en las altas esferas de la Academia de Marsilio Ficino, así como en todos los talleres de los gremios de escultores, pintores, grabadores... de toda Italia: il paragone. Los escultores y arquitectos defendían su arte frente a la pintura aludiendo a la imposibilidad de ésta de representar la realidad tridimensional pese a los grandes avances que la perspectiva había conocido en los últimos cien años; Tiziano, que ya había realizado varios juegos de espejos haciendo un claro guiño al parangón, utiliza esta serie como un planteamiento tridimensional de la pintura. Finalmente, entendemos que el culo de Venus, además de ser uno de los mitos eróticos del siglo XVI, se convierte en algo que va más allá, una alegoría de la pintura y de la capacidad de ésta de ser real, tridimensional.

Es evidente que Tiziano no hará acto de presencia en Ocultos (aunque sí una reproducción), la exposición que inaugura la Fundación Canal el día 2 de octubre, pero sí debió ser una referencia. Volviendo a sus poesías, aquellos cuadros, en un principio, iban a ser destinados a un gabinete privado de Felipe II donde poder admirarlos cuando él lo desease, imaginamos que en los descansos de la creación de difíciles y abstrusas estratagemas de guerra, tratados económicos y convenios con el Vaticano. Igualmente, la Fundación Canal a través del director de esta exposición J.M. Maroto, ha decidido hacer una especie de homenaje al culo considerando los diversos aspectos que su tratamiento ha tenido en el arte. Es por ello que el tratamiento de la exposición , en la que se pueden admirar fotografías de más de sesenta artistas españoles e internacionales, desde comienzos del siglo XX, abarcando todo tipo de estilos, enfoques y demás acontecimientos técnicos. Además, la exposición va a tener un montaje que aluda directamente a esos gabinetes, mostrando el origen privado de toda captación artística del trasero, como si fuese una alegoría de la privacidad y de la intimidad.

Echando un vistazo no muy agudo sobre la historia del arte, veremos la cantidad de culos famosos que la pintura y la escultura nos han dejado. El de Tiziano es uno de los más conocidos, pero no hay que olvidar a las Gracias de Rubens, La dama de Valpinçon o El violín de Ingres, y otras muchas obras que tienen como protagonista máximo el culo. Man Ray, presente en la exposición a la que nos referimos, fue un delicioso entusiasta de los traseros, y así lo expresó continuamente en sus fotografías; Yoko Ono, la frecuentemente criticada artista, poseedora de unos recursos creativos cuando menos interesantes, realizó un cortometraje llamado Four en el que solamente se podía observar el contoneo vibrante y blando de un trasero. Así pues, y sin querer ahondar en la cuestión, vemos cómo el culo, el trasero, las posaderas, han llevado un camino paralelo al desarrollo del arte, formando una parte importante de él pero permaneciendo oculto a los ojos del crítico, historiador o experto de turno.

Por todo ello alabo el gusto de los gestores de la Fundación canal, siempre dispuestos a dar un toque de espectacularidad a la exhibición del arte tan necesaria en estos días de vino y rosas, pero del chino. Reunir en una sala obras de Man Ray, Capa, Cartier-Bresson, Clergue, Ramón Massats o Cristina García Rodero, es sinónimo de éxito, pero hacerlo bajo un elemento común es algo harto complicado, dada la variedad estilística que hay entre todos ellos, además de la distancia temporal que marca la determinación y propósito de muchas de las fotografías que se van a exhibir. A ello hay que añadirle que además el elemento común que se ha determinado es un elemento tan poco común en la historiografía artística como abundante en las obras de arte, por lo que se levanta un tabú por medio de un factor de sorpresa que elimina todo tipo de malestar moral y que, a buen seguro, deplorarán los amantes del buen gusto.

Javier Torras de Ugarte
Info-Arte, Revista Digital de Arte
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